martes, 14 de febrero de 2012

El lenguaje humano

"La palabra logos era para los griegos menos abstracta que las palabras razón, raison, ratio, etc. Logos se ha traducido habitualmente por lenguaje. “El hombre es un animal racional” puede significar, pues, “el hombre es un animal dotado de lenguaje”, o, simplemente, “sólo el hombre habla”. (…) Nos bastará con considerar al hombre sólo como una “realidad natural”, que posee una facultad muy interesante - precisamente la facultad que nos permite hablar de ello- .No hay ningún inconveniente en admitir que esta facultad es una consecuencia de la evolución biológica. Producto o no de esta evolución, el lenguaje no pierde mérito alguno. En definitiva, hablar no es rugir, ni mugir, ni chillar. (…)
Si sólo el hombre habla, decir que el hombre es un animal que habla no es decir ningún disparate (…)
El hombre esta dotado, por tanto, de la “facultad” del lenguaje. Sin embargo nos viene a la cabeza que muchos animales –las abejas, los delfines, y tantos otros- están también dotados de la “facultad” del lenguaje. El ejemplo que ha dado más que hablar es, naturalmente, el de las abejas. No sólo tiene un lenguaje, sino “lenguajes” (como ha demostrado un discípulo de von Frisch). El lenguaje de las abejas austriacas no es el mismo que el de las abejas italianas: cada grupo habla su propio “lenguaje” o si se prefiere, su propio “dialecto”. Como pasa con los lenguajes humanos, cada uno de estos dialectos triunfa donde otro fracasa. Las abejas austriacas son perfectamente capaces de informar a sus compañeras de colmena sobre la “dirección” pero no consiguen medir la “distancia”. Sin embargo, las abejas italianas, muy precisas en cuestiones de distancia, son vagas o caprichosas respecto a la “dirección” o la “orientación”. Se podría objetar que nada de esto tiene que ver con los lenguajes, porque no se trata de sonidos sino de “pasos de ballet”. Pero, prescindiendo del hecho de que la definición de la palabra “lenguaje” no implica necesariamente la idea de reproducción de sonidos (si fuese así, ni la matemática ni cualquier otro sistema de signos escritos serían lenguajes), es bastante fácil encontrarla para los amantes de los sonidos, “lenguajes” animales más o menos ruidosos; los delfines, los gatos, los tigres y especies innumerables de pájaros son capaces de agotar todas las cintas magnetofónicas disponibles. Se podría objetar que mientras que el lenguaje humano es “articulado”, los “lenguajes” animales no lo son. Pero esto es muy discutible. Es cierto que los tigres no pueden decir (todavía): “Bramo, por tanto, existo”. Sin embargo, el señor tigre la podría decir a la señora tigresa: “Atención, hay una hiena detrás del matorral”- incluso cuando ya fuera demasiado tarde, y con la esperanza de que la señora tigresa resultara devorada sin dejar rastro-. Todos los “sonidos” contenidos en cualquier lenguaje animal son “articulados”, en tanto que constituyen una “norma”. Si no hubiese norma, por pequeña que fuera, sería mejor que los tigres, los delfines, los gatos y los perros “cerraran el pico”, porque no se podrían “entender” nunca entre ellos.
Soy consciente de la posibilidad de que, a pesar de todo, puedan descubrirse diferencias radicales entre los lenguajes humanos y los “lenguajes” animales. Esta lista ha sido confeccionada por Charles F. Hockett. Según ella, el “desplazamiento” o posibilidad de hablar de cosas lejanas en el espacio o en el tiempo, o de ambas), la “productividad” (capacidad de decir cosas que no se habían dicho nunca y que, a pesar de ello, pueden ser entendidas por quienes las escuchan por primera vez), y tal vez la “dualidad estructural” (o pluralidad de significados de los mismos sonidos básicos en diferentes combinaciones) son características ausentes en los “lenguajes” animales. Estos poseen, en cambio, características que durante mucho tiempo habían sido consideradas como específicamente humanas, tales como la “especialización” y la “semanticidad”. Además, ciertos grupos de características son propios de algunos grupos de animales y otras de otros.
Ahora bien, considero que, incluso si se descubriese que los lenguajes humanos no ofrecen características distintivas –o, si se prefiere, que se pudiera encontrar en algún grupo animal una característica que se hubiera considerado específica del lenguaje humano en general-, continuaría habiendo una diferencia. Ésta no consistiría en “rasgos” o “características”, sino en la manera como unos u otras funcionen. Si el lenguaje humano es diferente de los “lenguajes” animales, es porque forma parte de una estructura compleja que, para abreviar, llamaré “cultura”. Pero este hecho demuestra precisamente que hablar, expresarse, informar, comunicar, etc. No son características suficientes para definir al hombre. La diferencia entre la especie humana y otras especies animales no consiste, pues, simplemente en el hecho de que la primera produce y emplea un lenguaje mucho más refinado; consiste más bien en la forma de usar el lenguaje para discutir si el lenguaje es o no una característica del hombre, mientras que otras especies están (espero) muy lejos de llegar a ese grado de sutileza. Es muy improbable que haya, o pueda haber, un grupo de delfines que se pongan a silbar de tal manera que, una vez traducidos sus silbidos a nuestro lenguaje, el resultado sea el siguiente: “Nosotros, los delfines, somos animales excepcionales, porque la fórmula delphinus loquax nos pertenece en exclusiva”
Por lo tanto, la característica del hombre parece ser, no tanto la posesión del lenguaje, cuanto la posibilidad de plantearse el problema del lenguaje”
Ferrater Mora, J., “Los nombres y los hombres”
1. Señala esquemáticamente los argumentos y contraargumentos que aparece en el texto sobre la diferencia entre el lenguaje humano y el lenguaje animal.