lunes, 12 de diciembre de 2011

Clifford Geertz:
Los usos de
la diversidad

Editorial Paidós, Pensamiento
Contemporáneo No. 44,
Barcelona, España. 1996
El mundo actual se nos presenta como un gran collage cultural. Este mismo
mundo produce a cada momento, diferentes formas de enfrentar la vida, de
producir sus alimentos, de entender sus rituales, de producir su cosmovisión,
en suma, de vivir.
La obra de Clifford Geertz es una aproximación epistemológica y metodológica
acerca de las formas que tiene la antropología de asumir una actitud analítica
y de imparcialidad científica que no sean excluyentes del compromiso
moral del investigador. Precisamente el pensar en cuanto acto moral, acto
que no significa sacrificio de los aspectos epistemológicos y metodológicos,
es uno de los objetivos que la antropología expresa como el alcanzar el conocimiento
del otro, para así comprendernos mejor a nosotros mismos.
La antropología ha intentado de diversas maneras capturar la diversidad cultural
a través, en algunos casos, de redes “teóricas universalizadoras: estadios
evolutivos, ideas y prácticas panhumanas o formas trascendentales (estructuras,
arquetipos, gramáticas subterráneas). En otros momentos, sin embargo,
ha acentuado la particularidad, la idiosincrasia, la inconmensurabilidad... Recientemente,
empero, la antropología se ha visto a sí misma confrontada con
algo nuevo: la posibilidad de que la variedad se esté difuminando rápidamente
para convertirse en un cada vez más pálido, y reducido, espectro” (pág.68).
Esta última tendencia de la antropología es la que merece la atención de
Geertz y, por ello, plantea que el antropólogo sólo debe tratar de aprender a
captar las diferencias aunque los informes de investigación sean, por eso mismo,
menos espectaculares.
En este sentido, plantea que la antropología debe recuperar la visión etnocentrista,
aunque con las acotaciones que hace al relativismo y antirrelativismo,
agenda como forma de entender y comprender las diferencias. Lévi-Strauss dice,
acerca del etnocentrismo, cuando no se exagera, es la lealtad de una comunidad
determinada a sus valores y la insensibilidad que esa misma gente pueda
mostrar ante otros valores, valores que son respetados por quienes los aceptan
y practican.
Obviamente, esta situación podría llevar a una libertad de glorificación de la
cultura propia hasta el extremo de desconocer a las demás.
En una situación de aislamiento social entre culturas es más fácil plantearse
el mantener intacta la misma, pero en un mundo cada vez más pequeño, la
posibilidad de perder la integridad cultural crece y amenaza, si no se mantiene
una cierta dosis de etnocentrismo, en derivar hacia lo que llama una suerte de
entropía moral. El antropólogo no debe inclinarse por la eliminación de la
diferencia ya que “obscurecer los hiatos y las asimetrías relegándolas al ámbito
de la reprimible o ignorable diferencia, a l a mera desemejanza, que es lo
que el etnocentrismo (exagerado) hace y está llamado a hacer (Levi-Strauss
lleva toda la razón cuando afirma que el universalismo de la UNESCO los
obscurece negando toda realidad), es apartarnos de tal conocimiento y de
esta posibilidad: la posibilidad de cambiar nuestra mentalidad de forma amplia
y genuina” (pág. 80).
El estudio de la diversidad es, en el análisis de Geertz, una forma diferente,
metodológica y epistemológicamente, de abordar el estudio de las culturas
ajenas al investigador.
Finalmente, podemos decir que entendemos Los usos de la diversidad cultural,
así como de su estudio, su descripción, su análisis y su comprehensión
como un trabajo en el que se pone el acento, no en las propias clasificaciones
que marcan siempre una diferencia hacia los demás y de los demás hacia uno
mismo, sino en la defensa, vía el conocimiento obtenido, de la integridad del
grupo y de la lealtad hacia él.

Rogelio Raya Morales

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